No pude resistirme.
La receta original preveía el uso de pepino, pero a mí no me gusta, así como la sandía y el melón, no hay manera de convencer a mi estómago para que los acepte. Así fue como decidí sustituir el pepino por el calabacin, crudo y crujiente. Tu puedes elegir la opción que prefieras, o incluso hacer un día uno y otro día otro, para saborear las diferencias.
Hay que rallar el calabacín directamente en el plato en que se va a servir. Si usas un rallador de estos cerrados todo el calabacin se quedará en el interior. Le añades un poco de sal y lo decoras con huevo duro en cuartos y un quesito de Burgos tambien cortado en cuartos.
El toque de maestro se debe a la salsa, sencilla y ligera: una confección de yogurt griego natural de cuarto de quilo, la destapamos, le ponemos un poco – muy poco – de aceite, el zumo de medio limón y unas hojas de albahaca troceadas a mano; se pueden sustituir por hojas de menta, si se prefiere. El todo, mezclado y utilizado para cubrir el calabacín pero también si queremos el huevo duro. Y los tomatitos Cherry proporcionando una nota de color.
Sorprendente, fresca y rica…