Probarlo para creerlo: ¡qué rico està!
Primero se sofríe cebolla, zanahoria y apio cortados finos (pero no demasiado finos), luego el conejo, al que hemos quitado la cabeza usando el hacha de cocina, o un simple cuchillo grande, y al que hemos descuartizado con mucho cariño, salpimentado etc, se hace dorar un poco. Se añade tomate, fresco o en lata, para dar color, y se tapa la olla, bajando el fuego para que vaya cocinándose lentamente durante una horita.
Luego se aparta del fuego y se deja enfriar unas horas. Una vez enfriado se empieza a separar la carne de los huesos, y se vuelve a poner con la salsa; si se quiere se puede incluso triturar un poco más la salsa con la turmix, pero yo cuando veo trozos un poco más grandes los aplasto con el tenedor, y ya es suficiente.
Así el conejo desmigado es mucho más tierno que su pariente lejano, el conejo al horno, y se presta a mil usos: como salsa para la pasta – normalmente larga, espaguetis o tallarines, pero toda la pasta al huevo es buen partner -, acompañando la típica polenta del norditalia, como segundo plato especialmente con patatas o setas del bosque, o como postre. Lo último es mentira.