Hace tiempo que deseo explicaros este plato. Creía haberlo posteado ya, pero ahora me he dado cuenta que no es así. Empezamos entonces con la foto:

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La receta es de mi tía Angela, que desde que se casó se fue a vivir a Florencia, y de eso hace ya bastante más de medio siglo. Mi madre la adaptó, y yo a mi vez la he adaptado a las necesidades de la geografía gastronómica española.

La base de todo son los higaditos de pollo. Si no os gustan, podéis pasar a otra receta. Sin este ingrediente no hay Crostini Toscani.

Lo primero que se debe hacer es poner a sofreir zanahoria, cebolla y apio cortados muy muy finos. Esto es lo que en Italia se llama ‘battuto’ (se podría añadir bacon curado per en esta receta es mejor no hacerlo); mientras se limpian muy bien los higaditos de pollo, se eliminan las partes que eventualmente han quedado un poco verdes – es por la bilis, y le darían un sabor amargo – y se ponen en una sartén antihaderente para que se cocinen un poquito, como si fuera un bistec poco hecho. Se retiran del fuego y se pican muy finos. Mi madre quita la piel de los higaditos, yo no porque no tengo paciencia, pero creo que el sabor no pierde mucho, y yo gano una buena media hora de vida…

Una vez desmenuzado se añaden al ‘battuto’, junto con tres anchoas (de las conservadas en aceite de oliva) y un tomate cortado muy fino con el cuchillo o la media luna. Unas pieles de limón, cortadas con la mandolina, servirán para darle el sabor característico y se retirarán antes de servir el plato.

Se cubre ahora con caldo, preferentemente de pollo, hasta cubrir, y se deja reducir a fuego lento. Unos cinco minutos antes de terminar la cocción se añade el último ingrediente: alcaparras picadas.

Se sirve en soporte de pan, como si fuera un montadito, pero he de decir que he probado a presentarlos en empanadilla y también han tenido éxito, aunque sí es verdad que, al ser necesario hornear las empanadillas, el sabor varía un poco.