No voy a ser yo quien enseñe a los españoles como hacer empanadillas. Rellenar, doblar (yo prefiero dejarlas planas y taparlas, como un ravioli), al horno y listos en unos 10 minutos.
Las de la foto son un poco especiales: chorizo de ciervo de un pueblo extremeño, cortesía de mi vecino Antonio, y queso mozzarella. Mejor aún hubiera sido utilizar requesón, el equivalente en España de la ricotta italiana, o a lo mejor una mezcla de requesón y parmesano rallado. Unas pocas hierbas hacen que el sabor sea más intenso, puede ser albahaca fresca u orégano.
Pero ¿qué hacemos con las que sobran? Porque ya puestos a encender el horno conviene aprovechar para hacer cantidad, y a lo mejor de diferentes tipos. Las que sobren, en un tupper y a la nevera. Y luego, cuando nos venga bien y queramos calentarlas, directo al microondas.
¿Directo?
En lugar de ir así, a lo bruto, podemos convertir las empanadillas en un plato completamente nuevo. Las apilamos, alternándolas con lonchas de queso (el Gouda va muy bien para eso), untando con salsa pesto y para cuando las saquemos del micro estarán humeando y pegaditas unas a otra. Eso sí, inclinadas como la Torre de Pisa.
Tenedor, cuchillo y… ¡al ataque!
Lógicamente se pueden también alternar empanadillas con diferentes rellenos, hay que ser creativos y divertirse en la cocina. Yo hice también unas con la merluza a la livornesa que me sobró un día, dentro de poco os propondré esa receta también.